Busco a mi hijo, a mi esposo, a mi hija, a mi hermano, a mi padre...
Un grupo de búsqueda conformado mayormente por mujeres que pertenecen a la asociación civil de Desaparecidos de El Fuerte, conocidas como Las Rastreadoras, salieron hoy recorriendo las inmediaciones de algunas comunidades, entre ellas el campo 19 y Camajoa, ambas del municipio de El Fuerte.
Introduciéndose por terrenos difíciles y enmontados van motivadas por el dolor y la esperanza de dar con los restos de sus hijos, hijas y esposos desaparecidos,
"nadie quiere encontrarlos así, en el fondo nos decimos a nosotras mismas que si qué tal si están secuestrados, o los tienen trabajando en alguna parte, pero esto es una posibilidad y hay que agotar todas las posibilidades para dar con ellos, aunque sea una dura realidad", comentó una de las mujeres.
Con las heridas abiertas de la desaparición de sus hijos y otros seres queridos, las personas que acuden a estas búsquedas se unieron al grupo que ha sido liderado desde sus inicios por Mirna Nereyda Medina.
Hasta hoy la iniciativa de Mirna que en principio tuvo demasiadas dificultades para convertirse en grupo formal de búsqueda de entierros clandestinos y fosas, ha logrado localizar osamentas pertenecientes a 84 seres humanos que fueron enterrados en distintas partes de la zona norte del estado.
Con más de 400 carpetas sobre desaparecidos, la familia conformada por mujeres y algunos hombres, padres y hermanos, que se han ido sumando al objetivo único de dar con los restos de las víctimas de manos desconocidas que se llevaron y enterraron en algún solitario lugar, trabajan cada día para tratar de dar con ellos, sus seres queridos de quienes se ha dicho yacen bajo la tierra de nuestros pies.Las familias del grupo no claman justicia aunque en el fondo dicen
"sabemos que la justicia llegará por los actos de cada quien, pero ahora solo queremos descansar de este dolor que no sabemos describir, porque al no saber dónde llorarle a nuestra propia carne vivimos una vida miserable, sin descanso".
Y sin descanso cada día sólo piensan en la pregunta ¿dónde? Dónde buscar, dónde encontrar.
Preguntándose esto mientras atraviesan espinas, caminan entre víboras y peligros mayores; mientras se acaban sus ojos entre la maleza y el monte para no dejar pasar algún indicio porque
"no vaya a ser que pasemos encima de los restos de uno de los nuestros".
Los buscan sin cansancio del alma pero con la fatiga del cuerpo.
Se acaba el agua, el lonche que prepararon desde la madrugada, los zapatos que no rinden y se parten de tanto caminar, el mismo espinal que les arrebata los sombreros con los que se cubren del sol y el día que las devuelve a la realidad, a sus hogares, desde donde se comunican y se apoyan porque esta vez no encontraron nada.
A planear una nueva salida antes de que terminen estas 24 horas. Una búsqueda se va demasiado rápido. Hay demasiados desaparecidos como para quedarse un día sin pensar en ellos. Unas perdieron a sus hijos e hijas, a sus hermanos, otras a sus esposos, pero una vez en el monte, entre las piedras, clavando la pala en la tierra, las rastreadoras buscarán a todos los desaparecidos como si buscaran cientos de tesoros.
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