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19 de abril de 2017

"Nadie sabrá dónde quede mi cuerpo cuando muera"

La desaparición de El Perolo

Hace casi cinco años ocurrió la misteriosa desaparición de "El Perolo", un hombre que vivía en Tabelojeca, El Carrizo, un lugar en el municipio de Ahome, Sinaloa. Su nombre es José Antonio Verduzco Piñata y esta es la historia que se cuenta.

El Perolo salió un viernes de su ranchito el Wachapori del poblado Tabelojeca. Se dirigió al monte a un lugar ubicado entre los conocidos cerros de Barobampo y nunca regresó.


Le dijo a sus hijos que iba a trabajar para ganar unos pesos y que regresaría con dinero. El hombre salió ese día, un 24 de junio de 2012 de su casa en el rancho Wachapori, del poblado Tabelojeca. 
Él trabajaba ahí con su compadre Don Yeyo Galaviz y se quedaba en un cuartito solitario. Era normal que Don José se ausentara por lo que sus hijos, al ver que éste no regresó en la tarde no pensaron nada malo. Sin embargo, tres días después, su compadre don Yeyo Galaviz llegó a la casa de don José “El Perolo” para comunicarle a la familia que su padre estaba desaparecido.

 Acudieron todos sus hijos a buscarlo hasta el lugar donde se supone que debería estar su padre. 







En el cuartito solamente hallaron su sombrero de salir, su identificación, el cargador de su celular, un traje de mezclilla y algunas otras de sus pertenencias. Solo faltaba su galoncito de agua por lo que suponían salió al monte.

Con temor de que su padre se encontrara deshidratado, desorientado y lastimado entre el monte, sus hijos lo buscaron todo ese día y pidieron el apoyo de las autoridades quienes, con apoyo de un helicóptero y elementos de rescate de Protección Civil registraron la zona por dos semanas sin hallar rastro del anciano.

Se suspende la búsqueda

Después de las dos semanas de buscarlo con esperanzas de encontrarlo, la búsqueda fue suspendida.
Sin embargo sus hijos siguieron buscando cualquier indicio que diera con su padre. Un de sus hijos que sabe reconocer las huellas en los caminos, siguió reconociendo los caminos pero no pudo hallar sus huellas, que con el paso del tiempo se fueron borrando de los senderos espinados del monte entre los cerros de Barobampo.
Pasaron los meses y don José Antonio no regresó. 
Hasta el día de hoy han transcurrido casi 5 años desde aquel día que se despidió de la familia y no se ha vuelto a saber de él.



A pesar del paso del tiempo, de la desaparición del padre de familia, de que los hijos tuvieron que regresar a la vida cotidiana, mantienen todos la esperanza de poder encontrarlo algún día.

En casa de su primera esposa, para quien don José fue el amor de su vida, un altar adornado con imágenes religiosas de santos, la Vírgen de Guadalupe, y de Malverde rodean una pequeña fotografía del desaparecido a quien le prometen encontrarlo.

Mi garachita

Carmen Verduzco, hija de El Perolo, viajó desde Tijuana, Baja California hasta el ejido Huatabampito, Ahome, Sinaloa donde aún vive su madre de 65 años y sus hermanos. 
"Mi padre es originario del ejido Huatabampito. Aquí toda la gente lo conoce y a mi mamá, doña Lupita. La buscan para sanar gente. A mi papá le dicen el perolo por un señor que había hace mucho tiempo. Mi papá nomás se enfadaba de una fiesta y se iba en su caballo, aventaba el lazo a donde estaban los cables de la luz y los jalaba para que se apagara todo y asi se acababan las fiestas, nomás lo veían venir y gritaban ahí viene ´el perolo´, por aquel otro señor que quién sabe cómo haya sido que así le pusieron a mi padre también". 
“Esa ocasión sentí como si fuera una despedida y se me partió el corazón”.
Fue cuando estuvo en la casa de su madre que tuvo valor para contar la historia de la desaparición de su papá y todas las incógnitas alrededor de esta mientras sostenía una pequeña fotografía. 


Carmen, para quien su padre era la consentida fue la más afectada emocionalmente tras la desaparición, al grado de no desear vivir más debido a la ausencia de quién en vida la amara y cuidara tanto. Acudió a psíquicos, brujas, charlatanes y gastó muchísimo dinero con la esperanza de saber dónde encontrarlo. Sin embargo, algo en su corazón le decía que alejarse de su fe no la ayudaría en la búsqueda, por lo que retomó su fé y ahora solo pide a Dios una esperanza, una señal cada día, algo que le ayude a dar con él.



Contó que la última vez que se comunicó por teléfono con él fue en el Día del Padre. “Esa ocasión sentí como si fuera una despedida y se me partió el corazón”.

“Me dijo que estaba muy solito, muy triste... y lloraba. También me dijo algo que me pareció extraño, ´nadie va a saber dónde quede cuando me muera´...”

La familia continúa la búsqueda

El próximo paso es desempolvar la investigación y solicitar las pruebas de ADN para cotejar con los hallazgos de osamentas en la zona norte del estado con la esperanza de agotar todas las posibilidades para localizarlo. 

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