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17 de junio de 2017

Si perdiste un hijo, ¿porqué no lo buscas?


Don Nacho: Un padre que busca a su hijo


Ignacio integrándose a una de tantas búsquedas.
“La vida me ha dado un giro de 90 grados, no hay una cosa que a mi no me haya cambiado desde que desapareció mi hijo”, cuenta don Nacho cuando le pregunto qué le ha pasado desde acude a las búsquedas con Las  Rastreadoras.

Reclinado en su sillón, evidenciando su desgastada resignación ante la ausencia dolorosa de su hijo, el señor Ignacio Álvarez, de oficio albañil, electricista y plomero, asegura que si tuviera la suficiente solvencia económica todos los días se iría a las búsquedas con Las Rastreadoras con tal de encontrar a su hijo, e incluso pagaría por que la gente, otros padres, le ayudaran a encontrarlo.

Ignacio Neftalí Álvarez Osuna, quien desapareció a los 32 años en marzo 26 del 2016, es hijo de Amanda y de Ignacio. Desde entonces Amanda comenzó a buscarlo sin descanso. Muy pronto le siguió su esposo, cumpliendo con lo que él llama "el trabajo que nos encomendó Dios".



Ignacio Neftalí Álvarez Osuna, desapareció el 26 de marzo del 2016.
“Voy  a las búsquedas todas las veces que se puede, hasta cuatro veces al mes”.
El grupo de búsqueda de desaparecidos en la zona norte de Sinaloa, Las Rastreadoras, se ha caracterizado en sus inicios por estar conformado por madres de jóvenes, varones la mayoría, pero también de algunas mujeres, que han sido víctimas de desapariciones forzadas. 
Pocos hombres forman parte del grupo de búsqueda. Pocos en el grupo de Las rastreadoras, son los padres que participan de alguna actividad o brindan apoyo de alguna manera, sin embargo, son muchos los desaparecidos y pocas las manos masculinas que clavan la pala en la tierra para encontrarlos, que agotan hasta la última pizca de energía bajo la inclemente naturaleza que acoge a los cuerpos como tesoros de los cuales esta  no quiere desprenderse y entre espinas y piedras, tierra dura, los esconde cual cómplice de los asesinos que los arrebataron, de quienes no se quiere saber la identidad, sino solamente un punto dónde cavar la pala para encontrar no solo a un hijo desaparecido, sino la paz del alma, el consuelo a tanto sufrimiento.
Cuando le pregunto a Nacho que si porqué cree que los padres-hombres no acuden a realizar búsqueda me contesta;
“Tal vez no se quieran dar el espacio de tiempo porque yo tampoco tengo tiempo, pero tengo que dármelo. Ahora que aunque digan que el padre no los quiere, la muestra se las he dado a todos”.
Otros padres se me han acercado con la foto de su hijo en la mano, con lágrimas en los ojos que con dificultad resbalan quizá por temor al prejuicio machista de convertirse en menos hombre. Pero ha de doler tanto, tanto como una herida profunda, abierta, que no mata al instante, que corroe el espíritu del valiente. Sin embargo, no ví a don Nacho llorar, porque su fuerza  la necesita para seguir buscando hasta encontrar a su hijo Ignacio y guarda, lo sé, lo sabe su esposa Amanda, lo sabe el grupo, guarda las lágrimas para cuando lo encuentre, a su hijo.
“El mejor regalo sería que apareciera mi hijo”.
Esa es la respuesta cuando le pregunto cual sería el mejor regalo que podría recibir en el día del padre. La respuesta es evidente. Nacho hace el esfuerzo de mantenerse estable cuando lo dice y lucha por conservar el tono tranquilo y pausado que le caracteriza, como si hablara un sabio.
La vida le cambió en todos  los aspectos desde la desaparición de su hijo. Es algo que cuenta Amanda que comparten cuando platican en el grupo, entre esto, la incomprensión, el rendimiento en el trabajo, la comunicación con su familia, la ausencia de sus amigos y al respecto dice Nacho, “no los procuro a ellos porque  lo único que quiero es encontrar a mi hijo y eso es en lo que me enfoco; la familia ni los amigos no nos entienden”.

Y si lo encontrara...?

“Aunque encuentre a mi hijo seguiré buscando a los otros, porque uno solamente sabe lo que es este sufrimiento... es muy triste vivir asi”.
Desde que se unió a las búsquedas con el grupo de Mirna Nereyda Medina Quiñonez, ha presenciado varios hallazgos de fosas clandestinas, de cuerpos, de huesos, de piezas óseas, "varios me ha tocado encontrar, en las Bolsas de Tosalibampo, Bachoco, Nuevo Horizonte”.
Sin embargo, no solamente el hecho de tener perdido a su hijo Ignacio y encontrar cuerpos de seres humanos que no son el de su hijo, le causa todo tipo de emociones. 
“Me da pa´abajo. Hay mucha tristeza; impotencia; se me bajan los ánimos y me dan más ánimos. Son muchos sentimientos encontrados... es mucha la alegría, es mucho sufrimiento al encontrar, al no encontrar”.
Don Nacho sabe que hay muchos otros hombres que desconocen el paradero de sus hijos. Hay cientos de jóvenes que están perdidos, la mayoría son buscados por mujeres que son sus madres, sus esposas, sus hermanas, pero pocos padres se han acercado al grupo de Las Rastreadoras para ofrecer su fuerza y su dolor. Se necesita dice, el apoyo de todos esos papás, de la fuerza masculina.
“Es mucho, muy necesaria la presencia del hombre, falta mucho, ¿o será que falta mucho más amor por parte de los padres? Por parte de las madres, todas, tienen mucho amor, pero falta mucho, que se acerquen más hombres para fortalecer esto. No tengo la mentalidad para juzgar a qué se deba, puede que no tengan tiempo o... falta de cariño. No lo sé... Solo la única idea que traigo en mi mente es  la de salir a la búsqueda, encuentre o no encuentre”.
El mensaje que le da don Ignacio Álvarez a otros padres que están en la misma situación que él es el siguiente: 
Quiero decirle a otros papás que le echen ganas. Alguna vez dijeron quiero tener un hijo, pero quizás no iba a saber cómo cuidarlo; pero y si se te pierde... ¿por que no vas a buscarlo?.

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