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22 de marzo de 2019

La leyenda de Alejo Garza: El día que el viejo le ganó a los Zetas

Le han escrito corridos por su valentía, hicieron una película con su historia e incluso hasta un cómic comenzó a circular actualmente en Europa, este anciano sacrificó su vida valientemente antes que regalarle su rancho al cartel de los Zetas


Muchos conocemos historias de desplazados debido al narcotráfico, donde sujetos armados amedrentan a la población a entregar sus viviendas y todo lo que tienen, a huir de sus hogares por la guerra que ellos mismos han comenzado con otros grupos armados de cárteles contrarios, afectando así a la sociedad en sus extremos más vulnerables.


Familias inocentes sufren la desgracia de perder todo lo que han forjado con esfuerzos y sacrificios, obligados a abandonar sus viviendas, sus pertenencias, su vida en la comunidad donde han crecido hasta que llegó el crimen organizado a destrozarlo todo.

Pero no así fue esta historia de este mexicano que se volvió leyenda, un hombre mayor que no dudó en entregar su vida antes que entregarles a unos sicarios el rancho que había construido en su natal Tamaulipas.


Pocos tienen las agallas y valentía que tuvo don Alejo Garza Tamez. Tenía casi ochenta años cuando ocurrió este hecho tan lamentable, pero a la vez heroico para muchos, ejemplar para otros y digno de contarse.

Tan fue así que no solamente se han escrito corridos en todo México, cantados por diferentes músicos que recuerdan la hazaña, que han eternizado esta acción, se han hecho películas, videos y hasta un cómic en Europa en honor al “viejo” contra los narcos.

Fue un 13 de noviembre de 2010, cuando ocurrió la tragedia que se convirtió en leyenda. 

Don Alejo de 77 años de edad, quien era dueño del rancho llamado “San José” ubicado a unos 15 kilómetros de Ciudad Victoria en Tamaulipas ya anteriormente había sido amedrentado por un grupo de sicarios para que les entregara su propiedad pues les había gustado para hacerla su centro de operaciones delictuosas tal vez, o solamente para hacer el daño, como dirían muchos.

Él simplemente les dijo que no les entregaría nada. Pero los sujetos, creyendo que el hombre cedería por el temor que infunde su presencia armada y numerosa, se retiraron bruscamente dejando el ultimátum.
Tiene 24 horas para abandonar el rancho.
Aquí los estaré esperando, -les respondió con firmeza Don Alejo.
Ellos no sabían que Don Alejo Garza Tamez era un hombre de los de antes, de los que cumplen su palabra. Que si decía algo lo cumplía, pero que, además, amaba su rancho como nadie más podía hacerlo.

Así se retiraron los matones, pensando en volver a un sitio solitario, ya abandonado por el temor, como seguramente muchas veces lo hicieron con otras familias inocentes que con miedo a la violencia y la muerte claudicaron ante los delincuentes dejando todo lo logrado.

Previendo posiblemente el escenario que se avecinaba, Don Alejo llamó y reunió a sus empleados del rancho y les pidió que al día siguiente no fueran a trabajar, que lo dejaran solo. Así lo hicieron. Nadie se quedó con el viejo.

Pero ese sábado Don Alejo se comenzó a preparar, pero no para un enfrentamiento verbal con los narcos. Reunió las armas y municiones que tenía y los esperó con las estrategias adquiridas con el paso de los años, con su experiencia como cazador de conejos, de palomas, de venados, con sus años de vida y su palabra, que si valía cuando les dijo que los iba a estar esperando si ellos regresaban.

Muy de madrugada se escucharon los rugidos de los motores acercarse, hasta que se detuvieron a las entradas de la vivienda. Una ráfaga de metralleta al aire y la demanda de la casa fueron los primeros gritos de estos hombres que tal vez jamás se imaginaron lo que se avecinaba.

Viendo que nadie salía, los sicarios quienes presuntamente pertenecían al cartel de los Zetas, comenzaron a rafaguear la propiedad con sus armas de alto calibre, sin embargo, inesperadamente encontraron respuesta a su violencia con disparos a contrafuego provenientes del interior.

Don Alejo había acomodado sus armas de cacería dispuestas en las áreas débiles para protegerse y no permitir la invasión de los delincuentes. Solitario el hombre, disparó hasta terminar con la vida de algunos de ellos.

Viendo la letal bienvenida que los esperaba, los hombres sacaron granadas y las arrojaron a la propiedad. Las esquirlas de estas armas acabaron con la vida del viejo, pero no sin antes llevarse a cuatro sicarios que quedaron muertos y dos más que fueron abandonados como si estuvieran muertos.

Una vez que los disparos cedieron, cuando ya nadie respondía los balazos con más fuego, los sicarios entraron al lugar y se dieron cuenta de la triste realidad, que cobardemente habían acabado con un anciano quien nunca se dio por vencido. 


Entonces se retiraron porque temieron que el Ejército llegaría y se desataría otra batalla que quizá no podrían librar.

Salido el sol el escenario fue desalentador. La Marina había arribado al solitario rancho donde se dio el enfrentamiento entre los narcos y el viejo valiente y aferrado. Pero ellos no lo sabían hasta que pacientemente fueron armando los hechos.

Encontraron primero a los delincuentes abatidos en el exterior, dos aún con vida, pero dados por muertos, inconscientes. Nunca olvidarán que, al buscar adentro, en su inspección, solo encontraron el cuerpo de Don Alejo, también sin vida, seguramente orgulloso de su batalla, la que ni siquiera el gobierno mismo ha librado con tal dignidad. 

Así fue como comenzó la leyenda de Don Alejo Garza Tamez, el corrido, la película, el cómic, el libro… A casi nueve años de este fatal evento donde perdiera su vida valientemente defendiendo lo suyo, este tamaulipeco es honrado a través del tiempo por quienes lo consideran una leyenda por su valentía, a su edad.

Don Alejo Garza Tamez había sido un hombre honrado, trabajador, emprendedor. Le gustaba la cacería porque la practicaba desde joven, hasta el momento de su muerte, había crecido en un aserradero, se dedicó al comercio de la madera, al fomento de la avicultura. Cumplió su palabra hasta el fin también.

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