GRACIAS 🦊

6 de enero de 2022

Breve relato sobre tres fusilados

 


Ocurrió este hecho a las 3:00 de la tarde del miércoles 20 de diciembre de 1916, es decir hace 105 años, en la oficina del registro civil de Choix hasta donde llegó una solicitud expresa del mayor de la 3ra División del N.O. 2° Regimiento R. De S. 1ra Campaña del Ejército Constitucionalista mexicano.

Mediante un oficio rubricado dirigido al oficial del registro civil se pedía con urgencia una porción de tierra en el panteón de ese lugar para sepultar a tres, que a las cuatro de la tarde iban a ser fusilados.

Pablo Cano, Cristóbal Perea y Miguel Camarena eran los tres individuos mencionados en tal solicitud.

Sin mencionar los hechos por los que los hombres fueron aprehendidos y estaban a una hora de ser ajusticiados,un cabo de esa división llevó el encargo hasta dicha oficina. 

Tras recibir el documento, el oficial civil anotó en la hoja número 62 el nombre de los reos que serían inhumados y verificados en una sola fosa común del panteón esa misma tarde.

El mayor, jefe de la guarnición, Teniente M. Aguirre comunicó en el escrito, como supondremos debía marcar la ley, para conocimiento del juez de los hechos a ocurrir y fines consiguientes.

El documento traía el lema: Constitución y Reforma y la fecha y lugar donde ocurrió.

Una hora después, los tres reos fueron pasados por las armas; eran las 4:00 PM de ese miércoles de diciembre y rápidamente fueron sepultados en el cementerio local en una misma fosa.

Para morir fusilados en ese tiempo debieron ser acusados de cometer alguna falta a las leyes, un delito considerado grave como el robo de ganado o un asesinato, deserción, sublevación, rebeldía, y muchos otros considerados delitos sin perdón.

Sin embargo, coincide ese año de la ejecución de esos hombres con la creación de cuatro municipios más en Sinaloa, entre ellos Ahome y Choix y que en Los Mochis fue fusilado ese mismo año, pero casi dos meses antes, en octubre 27, el general Bachomo, sepultado en tierras del ingenio azucarero y convertida su tumba en un recordatorio para los mayos, que perdieron una última batalla convocada por su mesías.

Tras morir fusilado Felipe Bachomo, muchos disidentes indígenas, de origen mayo yoreme, volvieron a sus pueblos del norte de Sinaloa a tratar de seguir con sus vidas y a la espera de represalias por su sublevación y por luchar por lo que creían justo.

Es así como intuyo que esos tres fusilados, quienes al parecer, de acuerdo a registros parroquiales y civiles, eran originarios de Chihuahua y Sinaloa, pudieron ser simpatizantes de Madero y Villa y haber participado en la revolución para acabar siendo derrotados en el norte por el ejército constituyente.

Fusilamiento de tres. Imagen ilustrativa

Y por tanto fusilados por haber participado en la batalla de la derrota de Felipe Bachomo.

Pero finalmente, esto es mera especulación derivada de las breves investigaciones que he podido realizar sobre sus orígenes.

El pasado está lleno de fallecimientos que parecerían patéticos en este tiempo, muertes en masa por plagas que acabaron con familias enteras, asesinatos sin aclaración ni justicia oficial... Pero al final, poco a poco todo sale a la luz, a veces cientos de años después.

(Más tarde pongo las referencias, estoy escribiendo desde un celular)

3 de enero de 2022

Somos como libros



Hoy me ví a mi misma como un libro. Un libro que quizás parece aburrido por fuera, posiblemente con un título poco llamativo, una portada gastada y polvorienta, descolorida por el paso del tiempo y el transcurrir de muchos soles sobre su piel.

Para que un libro nazca se requiere de tanto, de tantas cosas en realidad, así se trate de un libro que lleva mucho tiempo arrumbado en un mismo rincón de algún estante desde que fue impreso y sacado al mundo; hay libros que permanecen olvidados, sucios por el polvo, desgastados y desconocidos sin servir a su propósito por el que fueron creados, debido a la carencia de alguien que se interese en lo que hay en su interior.

Tuvieron que formarse oraciones correctas, transcribirse pensamientos, ideas, imágenes acordes, elegir las palabras adecuadas que definieran lo que quería decirse en ese libro, capturadas en una secuencia y coherencia necesarias para contar exactamente lo que se quería decir, sea de lo que sea el libro.

Si fuera un libro de poemas debieron existir muchos días sublimes o noches plagadas de estrellas deslumbrantes, flores, tristezas y amantes, momentos de soledad y muerte, y años, muchos años en la vida de su autor.

Si se tratara de un libro especializado, debieron transcurrir muchos avances en ese campo para llegar a tales razonamientos y bajo ellos, argumentos que los sustenten, historias que no se cuentan debajo de las fórmulas exactas.

En el caso de un libro recetario el creador supo lo que era la carencia y la abundancia de su cocina y alimentación, además de improvisaciones y felicidad que producen los sazones y el aroma de los platillos.

Y ni qué decir de los libros de historia, no son meras recopilaciones sino registros de la humanidad entera, de civilizaciones que acaecieron y de las que hubo vestigios de su existencia enterrados sobre pilas de escombros que alguien más levantó, limpió y descifró; alguien que dedicó sus años de vida para compendiar y buscar la sincronía de los hechos y obras de otros que ya no están.

Cada libro es distinto, cada uno fue creado para compensar una necesidad, peo el problema está en que no siempre ni todos los libros son útiles como un libro de consulta , ni tan necesario como uno de supervivencia o socorrismo.

Hoy me siento como un libro en una inmensa biblioteca, escondida a la vista de nadie en realidad.
Debo tener un aspecto desalentador, un título totalmente desintesesante.

Quizás en algún tiempo la portada brillaba , había entonces quién se acercara a curiosear el contenido, pero pocos, se quedaron a leer, muchos menos los que encontraron las palabras clave y si alguna vez fui necesaria para algún lector tuve que ser llevada fuera de los estantes y regresar al lugar sin ser la misma nunca más.

Mis hojas se despegaron, tenía rayones, dobleces en las esquinas para marcar un tiempo, anotaciones y con mucha suerte correcciones del lector.

Pero hoy me siento cada vez más fuera de lugar y de tiempo.

Hasta este rincón no llega un lector adecuado, el que realmente necesite mis palabras ni mi experiencia contenida, mi sabiduría o mis argumentos.

Tantas palabras y respuestas a situaciones cotidianas, recetas salvadoras, canciones, poemas, chistes buenos y malos, dibujos, fotografías, historias de fantasmas y de amor, instructivos para hacer objetos a mano y métodos de supervivencia a la escasez y las catástrofes, hasta artes de defensa personal, todo eso hoy inmóvil pese a su valor para recopilarlo todo en un solo tomo.

Hoy esas palabras parecen inútiles porque parece no haber nadie que reconozca su valor real, como cuando ves una ganga y te brincan los ojos en un puesto de antigüedades o de chácharas, pues así, pero no aparece ese comprador, ese lector, ese ser que sepa lo que vale el contenido.

Pero así me remataran como libro de $5 pesos, mi valor real es incalculable.

Si el creador conociera mi destino terminaría desolado, pero a la vez, consciente que no hizo todo eso para dejarlo perecer como alimento de termitas... hay un libro para cada lector y existe un lector y un libro dentro de cada uno de nosotros.

Hay un tema que ronda nuestra existencia por el que buscamos más información o por lo que existimos para mantener una conexión con alguien hasta el último párrafo de las historias contenidas.

Por eso, pese a que me siento como un libro, debe haber alguien, en alguna parte, que necesite encontrarse conmigo y encontrar en mi palabras exactas para lo que está buscando saber.

Sí, así me siento, por eso no veo a la gente como nada en realidad, aunque como lectora sé predecir los clichés en las historias que voy leyendo y reconozco los finales antes de que ocurran.

Hay libros que abrazo por todo lo que se requirió para formarlos; hay títulos que esperan entre el polvo y el desprecio, una próxima lectura... no fuimos hechos para morir sin ser reconocidos y necesarios para alguien.