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3 de enero de 2022

Somos como libros



Hoy me ví a mi misma como un libro. Un libro que quizás parece aburrido por fuera, posiblemente con un título poco llamativo, una portada gastada y polvorienta, descolorida por el paso del tiempo y el transcurrir de muchos soles sobre su piel.

Para que un libro nazca se requiere de tanto, de tantas cosas en realidad, así se trate de un libro que lleva mucho tiempo arrumbado en un mismo rincón de algún estante desde que fue impreso y sacado al mundo; hay libros que permanecen olvidados, sucios por el polvo, desgastados y desconocidos sin servir a su propósito por el que fueron creados, debido a la carencia de alguien que se interese en lo que hay en su interior.

Tuvieron que formarse oraciones correctas, transcribirse pensamientos, ideas, imágenes acordes, elegir las palabras adecuadas que definieran lo que quería decirse en ese libro, capturadas en una secuencia y coherencia necesarias para contar exactamente lo que se quería decir, sea de lo que sea el libro.

Si fuera un libro de poemas debieron existir muchos días sublimes o noches plagadas de estrellas deslumbrantes, flores, tristezas y amantes, momentos de soledad y muerte, y años, muchos años en la vida de su autor.

Si se tratara de un libro especializado, debieron transcurrir muchos avances en ese campo para llegar a tales razonamientos y bajo ellos, argumentos que los sustenten, historias que no se cuentan debajo de las fórmulas exactas.

En el caso de un libro recetario el creador supo lo que era la carencia y la abundancia de su cocina y alimentación, además de improvisaciones y felicidad que producen los sazones y el aroma de los platillos.

Y ni qué decir de los libros de historia, no son meras recopilaciones sino registros de la humanidad entera, de civilizaciones que acaecieron y de las que hubo vestigios de su existencia enterrados sobre pilas de escombros que alguien más levantó, limpió y descifró; alguien que dedicó sus años de vida para compendiar y buscar la sincronía de los hechos y obras de otros que ya no están.

Cada libro es distinto, cada uno fue creado para compensar una necesidad, peo el problema está en que no siempre ni todos los libros son útiles como un libro de consulta , ni tan necesario como uno de supervivencia o socorrismo.

Hoy me siento como un libro en una inmensa biblioteca, escondida a la vista de nadie en realidad.
Debo tener un aspecto desalentador, un título totalmente desintesesante.

Quizás en algún tiempo la portada brillaba , había entonces quién se acercara a curiosear el contenido, pero pocos, se quedaron a leer, muchos menos los que encontraron las palabras clave y si alguna vez fui necesaria para algún lector tuve que ser llevada fuera de los estantes y regresar al lugar sin ser la misma nunca más.

Mis hojas se despegaron, tenía rayones, dobleces en las esquinas para marcar un tiempo, anotaciones y con mucha suerte correcciones del lector.

Pero hoy me siento cada vez más fuera de lugar y de tiempo.

Hasta este rincón no llega un lector adecuado, el que realmente necesite mis palabras ni mi experiencia contenida, mi sabiduría o mis argumentos.

Tantas palabras y respuestas a situaciones cotidianas, recetas salvadoras, canciones, poemas, chistes buenos y malos, dibujos, fotografías, historias de fantasmas y de amor, instructivos para hacer objetos a mano y métodos de supervivencia a la escasez y las catástrofes, hasta artes de defensa personal, todo eso hoy inmóvil pese a su valor para recopilarlo todo en un solo tomo.

Hoy esas palabras parecen inútiles porque parece no haber nadie que reconozca su valor real, como cuando ves una ganga y te brincan los ojos en un puesto de antigüedades o de chácharas, pues así, pero no aparece ese comprador, ese lector, ese ser que sepa lo que vale el contenido.

Pero así me remataran como libro de $5 pesos, mi valor real es incalculable.

Si el creador conociera mi destino terminaría desolado, pero a la vez, consciente que no hizo todo eso para dejarlo perecer como alimento de termitas... hay un libro para cada lector y existe un lector y un libro dentro de cada uno de nosotros.

Hay un tema que ronda nuestra existencia por el que buscamos más información o por lo que existimos para mantener una conexión con alguien hasta el último párrafo de las historias contenidas.

Por eso, pese a que me siento como un libro, debe haber alguien, en alguna parte, que necesite encontrarse conmigo y encontrar en mi palabras exactas para lo que está buscando saber.

Sí, así me siento, por eso no veo a la gente como nada en realidad, aunque como lectora sé predecir los clichés en las historias que voy leyendo y reconozco los finales antes de que ocurran.

Hay libros que abrazo por todo lo que se requirió para formarlos; hay títulos que esperan entre el polvo y el desprecio, una próxima lectura... no fuimos hechos para morir sin ser reconocidos y necesarios para alguien.



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