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2 de febrero de 2017

La historia de un náufrago

Jonathan Machado y su historia de supervivencia



“Eran las 7:00 de la tarde cuando salimos de El Colorado, pero antes de partir nos despedimos de nuestras familias. Llevábamos un lonchecito, panes, agua y el chinchorro para capturar el tiburón. Jamás pensamos que nos pasaría nada malo. Nadie nos dijo que no saliéramos.
Nos dirigíamos a 20 kilómetros del Aguililla, frente al cerro de El Farallón. Ahí llegamos a las 9:00 de la noche, tendimos el chinchorro y nos acostamos a dormir”.

Miércoles: falló la suerte

“En la mañana, el motor prendió bien, aunque no pescamos ni un animal. Como a las 10 de la mañana se empezó a apagar el motor, no le entraban los cambios; si le queríamos acelerar, se apagaba. Pusimos la proa dirigida hacia el cerro con la intención de llegar ahí, pero el motor nos dejó a 6 kilómetros de tierra. ‘Alguien nos rescatará’, es lo que decíamos.
Sí, fueron a buscarnos, pero con rumbo equivocado

Jueves: mal tiempo

Teníamos hambre. Fue la última vez que tomamos agua. El viento arreció hasta que como a las 4 de la tarde una ola grande volteó el equipo. Hallé un mecate que quién sabe de dónde salió, pero me amarré. La marejada nos tumbaba a los tres. Yo los subía a pulmón, tratando de quedarnos juntos. Batallé así como dos tres horas. Ahí noté que estaban dando para abajo. Ya no hacían nada de su parte por subir. A pulmón los subía con mi fuerza, pero la ola los tumbaba.


El muchacho me agarraba bien fuerte temblando, pero ya no hablaban, ninguno, solo balbuceaban por el frío”.

Viernes: amanecí solo

“Era de madrugada cuando una marejada grande sacó al chavalillo lejos. Nomás pataleaba, ya no nadaba nada. Le gritaba “dale pa’ acá”, pero el mismo mar se lo fue llevando, se lo fue llevando y se me perdió. Como a los 15 minutos lo mismo. La ola tumbó a Fabián. Yo estaba muy lejos y tenía miedo de ya no hallar la panga porque no tendría de dónde agarrarme. Se me perdieron.


Sábado: fortaleza

“Yo estaba tranquilo. No podía llorar, ni una lágrima lloré. Ese día un pensamiento me mantenía aferrado a la vida. Mientras estaba solo pensé: ‘tú no te vas a ir, tú vas a ir a dar la noticia al campo’. Y eso es lo que hice. Estas son cosas del destino”.


Domingo: barco

“Estaba consciente del tiempo. Este día pasó un barco grande como a tres kilómetros, pero ni cuándo me iban a ver si había un mar de fondo. No tenía nada para comer. Sabía que había agua abajo de la panga porque los garrafones no se soltaron. Seis litros estaban abajo. Hice la lucha; me sumergí, pero adentro no había nada de oxígeno, pura gasolina. Batallé para salir y recuperarme. Estuve mal un buen rato. Pero como el tiempo ya estaba mejor, me pude acostar encima de la panga a esperar, porque sabía que iban a ir por mí, aunque no sabía cuándo.

No quiero ni pensar cuánto tiempo pude haber soportado en esa situación. Yo pensaba puro positivo y estaba aguantando porque pensaba en que mis hijos no se iban a quedar sin su padre”.

Lunes: decisivo

“En un pedazo del chinchorro estaban atoradas cuatro tortugas. Era una muy grande y las otras más o menos, y había una chiquita. No me gustan ni olerlas, pero como tenía mucha hambre y sed ya estaba calculando para cuántas semanas me iba a durar su comida. Con las manos, con lo que sea las iba a abrir, pero ya me estaba animando a comerme a la más chiquita porque la grande no la podía jalar. Así me estuve pensando un rato hasta que escuché un zumbido como una avioneta. No le hice caso porque pensé que iba muy alto.

La vi pasar y se fue. Cerré los ojos de vuelta para dormitar tantito porque no creí que me hubieran visto. Luego la volví a oír más cerca y ahí me levanté.

Rescatado

Me cambió el semblante en cuanto supe que me habían visto. Me levanté y con este suéter rojo les hice señas al aire. Ahí estuvo encima de mí una avioneta grande, me acuerdo bien que era gris con verde. Estuvo dando vueltas como una hora hasta que llegó la lancha de salvataje de los marinos.
Era la 1:00 de la tarde del lunes cuando pisé la lancha que me rescató. Hasta ese momento pude descansar, porque luché por regresar a la casa.

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