Indagaciones cosmológicas que
van desde la edad del universo, las teorías de su origen, qué lugar
ocupamos en él, la distancia entre una y otra galaxia, la
posibilidad de más vida inteligente en el gran espacio infinito, son
algunas de las cuestiones que científicos, filósofos, investigadores
y hasta poetas plasman constantemente en sus escritos acerca del
cosmos.
Solemos de niños trazar el
cielo de nuestros dibujos como una mancha azul o negra atiborrada de
puntos blancos que aparecen sobre la masa oscura, pero no es hasta
que reflexionamos después de hacer observaciones detenidas hacia el
cielo nocturno que verificamos la inmensidad de esa oscuridad que
parece inacabable e inalcanzable.
Algunas de esas cuestiones que
vienen a nuestra mente son ¿de qué está hecho el cielo?, ¿Qué
contiene a las estrellas ahí arriba e impide que caigan o choquen
unas con otras?, ¿Porque parece oscuro el universo? Pero responder a
esas y otras dudas curiosas es un tanto complicado debido a la
profundidad de los estudios astronómicos, físicos y matemáticos
que necesitarían realizarse. Sin embargo puedo ofrecer unos cuantos
datos acerca de las cuestiones primeras sobre el universo y para
entrar en el tema me referiré específicamente a la teoría de
la expansión del universo y terminaré con una breve conclusión.
Alguna vez nos preguntamos por
qué el cielo es oscuro de noche y no azul como el cielo de día.
A Johannes Kepler se le atribuye ser el primer científico en
cuestionárselo allá por el siglo XVII. Sin embargo, no es hasta
principios del siglo XIX que el médico y astrónomo alemán Heinrich
Olbers plantea una hipótesis conocida como Paradoja de Olbers la
cual dice que: “Si en un universo infinitamente viejo y
espacialmente infinito y que está poblado por una cantidad infinita
de estrellas de luminosidad constante, en toda línea de visión,
tarde o temprano vamos a toparnos con la superficie de una estrella.
Pero, entonces, ¿por qué la noche no nos deslumbra?”(Arias,
2008).
Dicho planteamiento viene a
despertar una reflexión más amplia sobre esa oscuridad que rodea
todos los astros, que el universo no es infinito sino finito, que
tiene límites en alguna parte pues de no tenerlos cada astro se
superpondría con otro y el universo brillaría abrasadoramente hacia
todas direcciones (Arias, 2008).
Otro fenómeno de la
naturaleza del universo es el que descubrió Edwin Hubble al estudiar
el distanciamiento de las galaxias respecto de algunos astros ya
referenciados en anteriores estudios. Una galaxia debía presentar
diferente tonalidad de luz cuando se acercaba que cuando se alejaba,
sin embargo encontró que solamente presentaban corrimiento al rojo,
la cual está presente solamente cuando las galaxias se alejan (De
Regules, 2015).
Este corrimiento al rojo que
las galaxias presentan comenzaba a trazar nuevas dudas sobre la
velocidad y el distanciamiento de las galaxias y si es que estaban
alejándose aún más, a qué velocidad lo hacían. Para sorpresa
encontró una novedad insospechada, que al distanciarse iban
duplicando su velocidad de distanciamiento lo cual dio pie a la ley
de Hubble, que establece que la velocidad de una galaxia es
proporcional a su distancia. (De Regules, 2015).
Al indagar acerca de la
sustancia oscura que rodea el cosmos, atribuyéndole al universo su
finitud como característica propia y observar éste fenómeno
de las galaxias que se alejan tenemos dos interrogantes más: ¿es
acaso que el universo se está expandiendo aceleradamente? Y ¿cómo
afecta esto a nuestro ritmo terrestre?
El fenómeno de la expansión
acelerada del universo recibe una denominación que evoca la
fatalidad: el Gran Desgarramiento (Big Rip en inglés). Esta
fatalidad consiste en la separación de todas las galaxias de la
nuestra, considerando que el campo gravitatorio logra que los
elementos de cada galaxia viajen juntos en ese mar de materia oscura.
(Bär, 2006).
El fatalismo catastrófico por
excelencia radicaría en la posibilidad de que incluso nuestros
astros vecinos que habitan el mismo campo gravitatorio de nuestra
galaxia terminen alejándose a hipervelocidades y el futuro y
el destino sean inciertos, como lo es. Advertimos entonces que esta
incertidumbre acerca de la lejanía y los efectos que producirá
el fenómeno de la expansión no deberá descentrarnos de nuestro eje
provocando más caos en el universo del que ya posee debido a su
propia naturaleza, ya que para entonces muchas cosas habrán sucedido
y tal vez miles de años habrán pasado antes de darnos cuenta que
una estrella cambia de lugar o se alejan las galaxias para nunca más
volver.
“Mientras tanto, ignorantes del esfuerzo de ciertos hombres y mujeres por modelar el universo a su antojo, los cielos siguen girando majestuosamente sobre nuestras cabezas, la energía oscura sigue motorizando una cada vez más veloz expansión del espacio y el tiempo, Newton y Einstein duermen el largo sueño de la muerte en sus nobles sepulcros”. (Dos Santos, 2006)
Bibliografía
Arias, J. (2008). La paradoja
de Olbers en la cosmología actual. Huygens,
70,
33–37.
Bär, M. (2006). El
destino del universo es disgregarse.
Axxón. Retrieved
from
http://www.lanacion.com.ar/cienciasalud/nota.asp?nota_id=959650&origen=4ta&toi=-3&pid=3461478
De Regules, S. (2015). El lado
oscuro del Universo - Revista ¿Cómo ves? - Dirección General de
Divulgación de la Ciencia de la UNAM. Retrieved
November 25, 2015, from
http://www.comoves.unam.mx/numeros/articulo/58/el-lado-oscuro-del-universo
Dos Santos, M. (2006).
Buscando la
energía oscura.
Axxón.
Retrieved from http://axxon.com.ar/zap/293/c-Zapping0293.htm
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