En el pasado, dicen, yo solía ser diferente.
Di tantos años mi devoción y mis esperanzas
a un dios que me rodeaba desde todos los puntos
que había creado todo,
que estaba afuera de mi.
Cuando comencé a perder el ánimo de seguir así, me alejé.
Posteriormente descubrí que Dios existía,
pero que este fluía a través de mi,
le daba forma y fondo al mundo;
me daba todo lo que yo quería.
Para todos los demás
yo había cambiado extremadamente.
"¿No quedó nada del tiempo que fue a orar?"
¿no quedó nada de la niña que fue?
¿de los días que sus rodillas caían con el peso de la fe?"
Sé que los demás ven mi vida como tiempo perdido
"¿Dónde están tirados todos los esfuerzos?" Se preguntan.
Yo solo sé que estoy hecha de todo.
De todo el tiempo.
Jamás he perdido nada en realidad;
estoy hecha de mis propias oraciones.
Conocí, descubrí dónde radica Dios;
cómo fue hecho el mundo que me rodea.
Estoy hecha de cada día que "perdí",
de cada paso que di hacia "atrás".
Estoy hecha de todo lo experimentado.
Estoy hecha de estrellas y de vacío,
de nada.
Estoy hecha de luz y de oscuridad.
Todo me ha formado
y continúa haciendo que
me "pierda" para siempre,
que nadie reconozca lo que
creían que me definía.
Estoy hecha de palabras que no se escriben
de verbos que se conjugan en diferentes tiempos;
estoy hecha de amor y de esperanza
de odios y del caos que habita en el universo,
estoy hecha de todo,
de todo estoy hecha.
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