Se mal acostumbraron muy pronto y demasiado tarde a ser amados con toda el alma, ese es su error y su castigo.
Esa cosa llamada amor no vuelve como si nada hubiera pasado, esas cosas no se repiten simplemente porque las busquen.
Tienen que conformarse con algo que los sujete a la realidad aunque, saben que lo que tocan solo es real en el tiempo... no trasciende.
Los amores eternos que anhelan son sin tiempo ni cordura, y los anhelan porque ya son perdidos... porque ya no lo tienen lo desean...
Esa cosa no vuelve como si nada hubiera pasado... Tendrán que conformarse con algo que los sujete al piso para no salir flotando por el anhelo de ese amor que está lejos de ser efímero.
Se mal acostumbraron demasiado a eso pequeño, auténtico, pero poderoso, que salía de algún corazón menospreciado; ahora justifican su vida con una hipócrita normalidad, la coherencia con la tendencia.
Pero si no es normal es loco, es demente... el amor no es normal, es totalmente loco e imprudente, y profundamente lo anhelan pero, esa cosa no regresa a la brevedad de su deseo.
Esa cosa los marca como el fuego, cargan con una insatisfacción perpetua de desear más de eso mismo; la punzada latente, el ansia constante, sofocarse... y lo mismo jamás vuelve, jamás es lo mismo, no regresa, y no se sustituye, nada lo llena cuando se ha marchado, solo la negación atenúa la percepción de la ausencia en ese hueco cuerpo que antes era completo y hoy hay un vacío que quién sabe de dónde se ha formado o ha salido.
El precio: la amargura, el ego herido; lo que han elegido, clavar sus pies al piso, no volar como águilas y flotar como lo que somos, espíritus, es el pago maldito.
La frustración se vuelve violenta, y dolorosa como salpullido la negación, porque se mal acostumbraron demasiado pronto pero no abrazaron al amor; esa cosa menospreciada se volvió un anhelo al qué apegarse...
Esa cosa que era dada con el alma no regresa a los envases que no pueden contenerlo, es demasiado grande, ese cuerpo quizás es hueco, quizás demasiado pequeño, quizás suficientemente cuerdo, fatalmente inamovible de la cotidianidad... nada digno de poseerlo.